Un concierto a caballo entre el silencio y la escucha; entre el golpe y el ritmo; entre el gesto y el estruendo.
Una performance que intenta detener el tiempo, dejarlo en suspensión en el salto, justo antes de tocar el suelo.
Una invocación a Ziska de Trochknow, quien antes de morir ordenó a sus soldados que su cuerpo fuera despellejado para preparar un tambor cuyo ruido esparciese el terror entre sus enemigos.
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Paulina Chamorro sobre la pieza en Teatron, libre comunidad de artes vivas:
«Nilo Gallego instala en la escena un cuerpo medium formado por el tambor y él mismo, con el que vehicula vibraciones corporales y agitaciones rítmicas, formando melodías invisibles que activan nuestra imaginación sonora.
Todo lo que Nilo deja ver y oír realmente no está presente más que como una invocación, como un llamado a imaginar y producir nuestro propio sonido. Toda la performatividad se articula como un conjuro íntimo para hacer vibrar la piel de un animal, ese animal de color verde, instalado como un tótem en medio del escenario que, como objeto sagrado, parece estar dispuesto a romperse en relámpago.
El cuerpo de Nilo transfigura su corporalidad humana a la de un animal que aúlla sobre una superficie que se agita.
¿Quién hace sonar a quién en Drum Invocation?»
Nilo Gallego es músico y realiza performances en las que la experimentación con el sonido es el punto de partida. En sus trabajos, que siempre tienen un componente lúdico, busca la interacción con el entorno y lo cotidiano. Toca la batería, percusión y electrónica. Además, realiza la creación musical y el diseño de espacios sonoros para compañías de teatro y danza contemporánea, forma parte del colectivo experimental de acción Orquestina de Pigmeos junto a Chus Domínguez y colabora habitualmente con creadores como Silvia Zayas, Alex Reynolds, la compañía Societat Doctor Alonso, Luz Prado, Vito Gil-Delgado, Amalia Fernández, Arantxa Martínez, Julián Mayorga, Raúl Alaejos o Elena Córdoba.