CAÍN es una pieza «neotrash» protagonizada por el cuerpo, la palabra y el movimiento de un solo intérprete en escena. Es una bronca altiva sobre la frustración, la creación y el Redbull.
Caín es un símbolo que se burla de la autoficción. A partir del mito, se pregunta entorno la relación que hay entre la ancestralidad (la tragedia, el teatro, la repetición) y la contemporaneidad (la «trashedia», la performance, las lavadoras).
El mal estructura el mundo, el dolor es el bastón del poder. Si no se habla, la violencia se perpetúa. Llorar y reír son dos caras del mismo fenómeno: la comprensión, es decir, la comunicación, es decir, el contagio. La huida de la soledad es un acto público y, a la vez, íntimo. Queremos dejar de sentirnos tan solos.
Nina Orsini se levanta de los vestigios de trashèdia AP-7, una compañía de teatro formada entre el infierno y la autopista que busca tensar la estética de la escena para acercar el cuchillo afilado a la mirada del espectador.
En compañía de Rita Capella i Margarit, Quim Palmada Belda y Eduard Olesti, Nina Orsini es esto: una bomba sin estallar en la autopista entre Barcelona y Fortià, como un cadáver que fuma avistando la albada.