La cultura es un adorno moral. El arte una forma de vanidad con prestigio. Tocar todos los días a Bach no redime al amante traidor.
Las cartas de aquel amor malogrado son prueba del narcisismo del amor romántico; son mapa y ruta hacia un espejo que devuelve la imagen de un cuerpo bello, de un dolor triunfal y orgulloso. Pero la belleza con mayúsculas solo aparece después del fracaso y el abandono.
De la fuerza bruta —un cuerpo a cuerpo con el instrumento— surge al fin un recital de clavecín. Solo se es músico cuando uno es derrotado por la propia música.
La melancolía cumple la función de preservar la ternura. David empezó a tocar el clave por ella, toca aquellas piezas cada día. Esa música es las flores sobre la tumba de aquel amor.
David Fernández comienza en 1995 en Madrid su periplo por la danza, el teatro y la música colaborando con Robert Lepage, La Ribot, Angélica Liddell, La Fura dels Baus, Calixto Bieito, Misha Maisky, Jordi Savall, Olga Mesa, Juan Domínguez o la Orquesta Stegreif de Berlin entre otros.
En 2005 crea su propia compañía con la que ha producido 16 espectáculos que han sido presentados en festivales y teatros de multitud de países. Actualmente reside en Alemania, donde crea su propio sello musical, centrado en la composición y el violonchelo con su proyecto «Ecce cello», con el que ha grabado tres discos. La tecnología, la música clásica, así como un lenguaje provocador y visceral basado en el cuerpo son elementos fundamentales en su trabajo.
>>> Ver Cia. David Fernández El odio a la música (OBRA COMPLETA)
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